Santa Polonia

En tiempos del Imperio Romano se realizaron persecuciones, torturas y asesinatos contra los cristianos por la religión que profesaban. Durante estas persecuciones, surgieron muchos mártires, creyentes de la fe cristiana que preferían sacrificar su vida que renunciar a su religión. Una de ellas fue Santa Apolonia, que fue designada Patrona de la Odontología y las enfermedades dentales.

En el año 249 D.C., el gobernador de Alejandría, influenciado por un consejero que se hacía llamar Divino, ordenó injustas represalias contra los cristianos, aduciendo que atentaban contra el Imperio y su monarca.

Estos actos provocaron que los padres de la Iglesia sostuvieran comunicaciones entre ellos mediante cartas. Una de esas cartas fue la de una mujer llamada Apolonia, hermana de un eminente magistrado de Alejandría, virgen de avanzada edad que siempre se caracterizó por las virtudes de castidad, piedad, caridad, austeridad y limpieza de corazón.

Apolonia no fue una bella joven de rostro angelical, con hermosa cabellera, sino una mujer de edad avanzada. La carta que por primera vez menciona a Apolonia fue enviada por San Dionisio, obispo de Alejandría a Fabio, obispo de Antioquía, en la cual explicaba las terribles persecuciones que tuvieron lugar en su ciudad, dentro de las cuales destacó el martirio sufrido por Apolonia.

Ella fue arrestada y conminada a renunciar a su fe cristiana para profesar el paganismo, sino sería quemada viva en la hoguera. Como Apolonia ese negó a ello, la sometieron a horribles torturas, hasta golpearla en el rostro haciéndole perder algunos dientes. Luego, le fueron arrancados los dientes restantes uno por uno, tormento que Apolonia resistió con gran entereza.

Ella, con la cara ensangrentada, no escuchó ni obedeció a sus torturadores y éstos, en vista de que no conseguían su cometido, la amenazaron con quemarla en la hoguera a las puertas de la ciudad, sino renunciaba a Cristo. Apolonia les hizo creer que iba a hacer lo que ellos le exigían y pidió que le desataran las manos, luego de ello, elevó sus últimas plegarias al cielo y ofreció su sacrificio a Dios con las siguientes palabras:

«Que aquellos que hagan memoria con devoción de la intensidad del dolor que sufro ahora, no sientan más los dolores de dientes».

Tras pronunciar estas palabras, la pira fue encendida y en menos de lo esperado ella saltó por voluntad propia a la hoguera para evitar renunciar a su religión.

Según la leyenda, mientras se consumía en el fuego gritó de nuevo que los que padecieran de dolor de dientes invocaran su nombre, pues ella intercedería ante el Todopoderoso para aliviar sus penas y librarlos del sufrimiento. De esta manera ofrecía su dolor propio por el de quién pudiese sufrirlo después.

Los perseguidores y el gobernador quedaron atónitos al ver, que, a pesar del fuego, las llamas no la consumían ni le hacían daño alguno. Ante este prodigio trataron incansablemente de golpearla para que muriera, teniendo finalmente que degollarla para lograr darle muerte.

Cincuenta años después, y de acuerdo a la tradición y a la usanza de elevar a la categoría de santos a los hombres y mujeres que fueron víctimas de persecución y martirio, Apolonia fue canonizada. Su día de veneración en el santoral de la Iglesia Católica corresponde al 9 de febrero.

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